Este artículo fue traducido por Nathalie Alonso.
SALINAS, Puerto Rico — Fue poco lo que su familia pudo rescatar. Solamente unas sillas plásticas, algunas fotos, su uniforme escolar.
La inundación el pasado otoño que devastó el hogar de Deishangelxa Nuez Galarza, estudiante de quinto grado en esta área costera del sur de Puerto Rico, también provocó en el cierre de su escuela primaria, El Coquí, durante tres días mientras el personal limpiaba un pie de agua lodosa de cada salón del primer piso. Deishangelxa siempre cuidaba sus útiles escolares.
“Cuido mis cosas de la escuela”, dijo, “porque un día yo quiero ser enfermera”.
Deishangelxa perdió dos semanas de clases, algo que le disgustó.
Se trataba de la más reciente pausa en una educación que ha sido caracterizada por interrupciones casi constantes. Deishangelxa comenzó el kinder en la Escuela Ana Hernández Usera en el 2017, año en el que el huracán María azotó la isla. Las escuelas en todo Puerto Rico permanecieron cerradas por un promedio de cuatro meses.
Ana Hernández Usera nunca volvió a abrir. Como más de 260 escuelas en Puerto Rico con una matrícula baja, cerró de manera permanente como parte de medidas más amplias para reducir costos. Deishangelxa se trasladó a El Coquí, pero la isla no tendría tregua de los desastres naturales. Tenía 8 años en enero del 2020 cuando terremotos estremecieron la isla, obligando el cierre de su escuela durante tres meses mientras los ingenieros inspeccionaban las estructuras físicas del edificio para asegurarse de que no hubiera peligro para que los estudiantes regresaran.
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Cuando se reanudaron las clases, no fue por mucho tiempo. Pocas semanas después, las escuelas volvieron a cerrar por el Covid-19. A Deishangelxa, que tenía 9 años en ese momento, se le hizo difícil el aprendizaje virtual y se retrasó considerablemente. En agosto del 2021, después de olas sucesivas de infección durante las que las escuelas abrieron y cerraron, la instrucción en persona se reanudó para los estudiantes de la isla, pero duró poco. Apenas un año después, el huracán Fiona desató su furia contra la isla, causando inundaciones extensas y daños a la infraestructura. Deishangelxa tenía 10 años cuando las escuelas volvieron a cerrar en septiembre del 2022 — en esta ocasión por dos semanas.
Los percances que ha tenido Deishangelxa se reflejan en todo Puerto Rico. Desde el 2017, varios desastres naturales han golpeado a la isla — diezmando casas, devastando la red eléctrica y destruyendo la infraestructura. Ese trauma recurrente, lo que un residente llama el “TEPT colectivo de la isla”, ha sido agravado por la pobreza extensa y los desafíos burocráticos.
El sistema escolar de Puerto Rico es excepcionalmente vulnerable a los desastres naturales que se están volviendo más comunes en los Estados Unidos debido al cambio climático, y al mismo tiempo está extraordinariamente mal preparado para ayudar a los niños a recuperarse de los contratiempos de aprendizaje que conllevan. La isla ha enfrentado corrupción y mal manejo por parte del gobierno local, miles de millones en deuda y emigración masiva que ha resultado en una pérdida crítica de profesionales y en esencia ha reducido a la mitad la población estudiantil de la isla, de casi 550,000 en el 2006 a 276,413 en el 2021.
El distrito escolar de Puerto Rico, el sexto más grande en los Estados Unidos, suele ser ignorado en conversaciones sobre la educación en el país. Sin embargo, los expertos dicen que se trata de un aviso temprano del cual otros distritos podrían aprender a medida que luchan con los efectos del cambio climático en el aprendizaje, la salud y la infraestructura.
“¿Cómo compensamos el impacto de esas interrupciones de escuela y cómo hacemos que las escuelas sean más resistentes?” dijo John King, ex secretario de educación de EE.UU. que es co-presidente de This is Planet Ed, una iniciativa del Instituto Aspen que trabaja en soluciones climáticas a través del sector educativo. “Es un problema agudo para Puerto Rico hoy en día, pero es un problema que estamos viendo en otras partes del país que va a seguir creciendo”.
La población estudiantil de Puerto Rico se ha reducido por casi la mitad en 15 años, de aproximadamente 550,000 en el 2006 a 276,413 en el 2021, una disminución causada por los desastres, la mala administración y la emigración.
Miguel Cardona, el secretario de educación bajo el Presidente Biden, prometió “un nuevo día” para Puerto Rico. Entre los últimos dos años, ha aprobado más de $6 mil millones en fondos federales para el sistema escolar de la isla. Casi mil millones de ese financiamiento se hicieron posibles revirtiendo una decisión de la administración Trump de restringir asistencia por la pandemia a Puerto Rico por lo que ha sido caracterizado como “problemas de largo tiempo” con la mala administración de fondos federales en la isla. El gobernador de Puerto Rico, Pedro Pierluisi, prometió implementar “una mayor rendición de cuentas” y contratar a un tercer partido independiente para administrar los fondos.
Hasta ahora, el dinero se ha utilizado para costear aumentos temporales en los salarios de los maestros, contratar a cientos de profesionales de salud mental escolares y financiar programas de tutoría. Pero, pese a la Ley de Reforma Educativa de Puerto Rico del 2018 que permite más control local, el departamento de educación de Puerto Rico sigue estando fuertemente centralizado, lo que impide que se reparta el dinero rápidamente.
Chris Soto, asesor senior de Cardona que encabeza el esfuerzo federal por mejorar las escuelas de Puerto Rico, dijo que es importante abordar no solamente las necesidades del sistema a corto plazo, sino también alguno de sus problemas sistémicos, como una burocracia sofocante y la infraestructura deteriorada, que han plagado al departamento durante décadas.
“De esa manera no estaremos hablando de lo mismo en 20 años”, dijo.
“Antes teníamos tiempo para recuperarnos, ahora no hemos tenido para recuperarnos. Entonces crees que estás saliendo adelante y pasa otra cosa. Es una crisis”.
Yadira Sánchez, psicóloga escolar y directora de Lectores para el Futuro
Puerto Rico, que ha estado bajo control de Estados Unidos desde que terminó la guerra hispano-estadounidense en 1898, por largo tiempo ha ocupado una posición nebulosa como un “territorio no incorporado”. Sus residentes son ciudadanos estadounidenses, pero no pueden votar por el presidente y no tienen representación en el Congreso. Las políticas federales aún ponen en desventaja a la isla, el resultado de una “relación cuasi-colonial”, dijo King.
La porción federal del financiamiento del Medicaid, por ejemplo, tiene un límite de 55 por ciento (si Puerto Rico fuese un estado, podría recibir 83 por ciento), a los residentes se les niega ciertos beneficios por discapacidad y se restringe el acceso a otros fundos, como el crédito tributario por hijos. La pobreza infantil es extensa: En los 50 estados, 17 por ciento de los niños viven debajo del umbral de pobreza; en Puerto Rico, esa cifra es de 55 por ciento y aún más alta en áreas rurales.
Los resultados académicos en Puerto Rico son bajos y han ido disminuyendo a un paso constante desde el huracán María. En un examen de matemáticas que toman niños en todo Estados Unidos (la Evaluación Nacional de Progreso Educativo, comúnmente conocida como la Libreta de Calificaciones de la Nación), aproximadamente a un tercio de los estudiantes de cuarto grado y a un cuarto de los estudiantes de octavo grado en Estados Unidos continental se les consideraba “aptos” en el 2022. En comparación, tan pocos estudiantes estuvieron a la altura de los estándares en Puerto Rico en cualquiera de los dos grados ese año que el porcentaje se redondea a cero.
“¿Cómo compensamos el impacto de esas interrupciones de escuela y cómo hacemos que las escuelas sean más resistentes? Es un problema agudo para Puerto Rico hoy en día, pero es un problema que estamos viendo en otras partes del país que va a seguir creciendo”.
John King, ex secretario de educación de EE.UU. y co-presidente de This is Planet Ed
Entre el 2017 y el 2022, el porcentaje de niños con un rendimiento considerado a nivel de grado en español, matemática, inglés y ciencia disminuyó por al menos 10 puntos porcentuales en cada materia, como lo mide la evaluación local, META-PR. En el 2021, funcionarios escolares revelaron que 13,000 estudiantes habían reprobado todas sus materias.
El aprendizaje virtual se le hizo particularmente difícil a los estudiantes puertorriqueños. Aun en el 2017, antes del huracán María, aproximadamente un cuarto de los niños de la isla carecían de acceso al internet y la mitad no tenían computadoras en el hogar. A los que cuentan con esos recursos hoy en día los entorpece un servicio eléctrico intermitente.
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A los estudiantes les costó encaminarse cuando se reanudó el aprendizaje en persona: Más de la mitad de todos los estudiantes estaban “desinteresados” entre febrero y mayo del año pasado, según un cálculo en un reporte del Departamento de Educación de Estados Unidos. En El Coquí, la escuela de Deishangelxa, el director Jorge Luis Colón González dijo que un tercio de sus estudiantes tienen dificultades ahora, pese a que reciben algo de ayuda adicional.
Fondos federales le pagaron a una compañía privada para operar un programa de recuperación académica extraescolar en El Coquí durante el presente año escolar. Más de 75 niños, incluyendo Deishangelxa, se quedan después de la jornada escolar todos los días para recibir dos horas de tutoría adicional en español, inglés, matemática y ciencia. Colón dijo que espera que este apoyo adicional les permita a sus estudiantes ponerse al día. “Me preocupa mucho su aprendizaje”, dijo.
Yiria Muñiz, maestra en una escuela católica para niñas, Academia María Reina, en San Juan, dijo que los estudiantes de Puerto Rico han tenido cinco años completos de aprendizaje interrumpido, y que se nota. Muñiz dice que antes les enseñaba el sistema métrico decimal a sus estudiantes en una semana; ahora, le toma más de dos meses.
“Los niños del 2017 y del 2022 no son iguales. Si piensas en mis estudiantes de séptimo grado ahora mismo, han estado pasando por algo desde el segundo grado. Entonces, han perdido muchas, muchas oportunidades para desarrollar destrezas sociales, académicas, de conducta y emocionales”, dijo.
Muñiz se ve obligada a cambiar su currículo constantemente para acomodar a sus estudiantes. “Todo lo que había hecho anteriormente ya no sirve”, dijo.
Maestros en todo Puerto Rico dicen que han recibido poca asistencia para satisfacer las necesidades cambiantes de sus estudiantes. El desarrollo profesional suele ser irregular, opcional u organizado apresuradamente, y muchos maestros no han recibido ese tipo de apoyo en años, dijo Víctor Manuel Bonilla Sánchez, presidente de la Asociación de Maestros de Puerto Rico, un sindicato que representa a los maestros.
Algunas organizaciones sin fines de lucro han intervenido para llenar la brecha. Por ejemplo, una coalición de organizaciones enfocadas en la alfabetización, encabezada por la organización de fines de lucro Flamboyan Foundation, realiza talleres para entrenar los maestros sobre cómo enseñar la lectura, llena las bibliotecas escolares con libros culturalmente adecuados y educa a la comunidad general sobre la importancia de la lectura. Yadira Sánchez, una psicóloga escolar que también encabeza la organización sin fines de lucro Lectores para el Futuro, dijo que los maestros están “hambrientos” por este apoyo; una reciente sesión de capacitación que ayudó a organizar estuvo atestada. Ahora, la coalición está luchando por expandir su alcance a más maestros gracias a una esperada infusión de nuevos fondos federales.
Quizás aún más preocupante que las interrupciones académicas es la crisis de salud mental entre los niños de la isla. En una evaluación reciente, el Programa de Trabajadores Sociales del Departamento de Educación de Puerto Rico determinó que más de 500 niños habían perdido a un familiar durante el año académico del 2020-21 y que aproximadamente 68,000 niños, casi un tercio de todos los estudiantes, fueron identificados como necesitados de ayuda debido a una situación emocional, mental o de comportamiento.
El trauma compuesto por el torrente de desastres perdura. Los maestros cuentan de niños que se echan a llorar cuando un camión que pasa hace vibrar el suelo, porque les recuerda un terremoto. Algunos niños se distraen en clase al más leve sonido de gotas de lluvia, mientras que otros esconden comida en sus bolsillos y sus medias.
El plan de Puerto Rico incluía el uso de los $6 miles de millones proporcionados por el departamento de educación federal para fortalecer los equipos escolares de salud mental, en parte con la contratación de más de 420 enfermeras y 110 psicólogos escolares para abordar la severa escasez de empleados entre el personal de salud escolar. El dinero también ayudará a pagar cientos de facturas atrasadas por evaluaciones y terapias que ya se les realizaron a niños en programas de educación especial.
Dinelys Rodriguez, de 14 años, estudia en la Escuela Delia Dávila de Cabán en Toa Baja, aproximadamente a 25 minutos de San Juan. Recuerda haber hecho fila con su madre por más de tres horas simplemente para entrar a un supermercado después del huracán María. Ahora, cada vez que hay una tormenta, se preocupa por no tener suficiente para comer. Fueron tiempos difíciles, pero ella y su hermano, Jadniel, de 11 años, también recuerdan que jugaron a las cartas en familia después de los huracanes y se bañaron en la lluvia, recuerdos que los hacen sonreír.
Pero a medida que han ido creciendo, se han empezado a preocupar por perder tantos días de escuela. Dinelys quiere ser abogada. “Quiero ser alguien en la vida”, dijo. “¿Cómo voy a aprobar mis exámenes y graduarme si no puedo ir a la escuela?” Jadniel también se preocupa. “Es difícil estudiar cuando los adultos a mi alrededor siempre están preocupados”, dijo. “Siempre estoy en alerta”.
Ambos niños participan en un programa de salud mental que se ha ofrecido por mucho tiempo en su escuela, que es administrado por la organización sin fines de lucro Instituto Nueva Escuela. Luz Rivera Ocasio, una trabajadora social que pertenece al programa, dijo que apoya a las familias, sea que necesiten consejería o ayuda práctica como dinero para alimentos o ropa. Pero el programa, Casa Familiar, solamente está disponible en 13 escuelas, brindándole ayuda a sólo una pequeña fracción de quienes la necesitan.
Rivera describe su función como “el pañuelo que seca todas las lágrimas”. Los niños entran y salen de su salón para darle — y recibir — un abrazo caluroso y acogedor. Entre huracanes, la pandemia y todo lo que ha pasado, “le ha afectado emocionalmente”, dijo. “O sea, esto han seguido rastrando, poco a poco.”
El Coquí emplea a una trabajadora social escolar; hace dos años, sumó a una psicóloga escolar. Colón, el director, dice que los estudiantes aún se están recuperando emocionalmente del aislamiento del aprendizaje virtual. Y las maestras también. No podían dar con los estudiantes que no tenían internet, o que estaban haciendo cuidado a sus familias, y fue difícil. “La ansiedad fue una de los factores que afectó a nuestros maestros”. No solamente anima a los maestros a que hablen con la psicóloga de la escuela, sino que a veces él mismo se desahoga con ella.
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Sánchez, la psicóloga escolar que encabeza Lectores para el Futuro, dijo que la gente de la isla se enorgullece de su fortaleza, pero que los implacables desastres naturales han hecho imposible sostener esa actitud. Aconseja a maestros que se culpan por no estar con familiares que se están muriendo, que se sienten muy mal por haberles gritado a los estudiantes en un momento de frustración, y hasta a los que han dejado la profesión.
“Antes teníamos tiempo para recuperarnos, ahora no hemos tenido para recuperarnos. Entonces crees que estás saliendo adelante y pasa otra cosa”, dijo. “Es una crisis”.
“Los niños del 2017 y del 2022 no son iguales. Si piensas en mis estudiantes de séptimo grado ahora mismo, han estado pasando por algo desde el segundo grado. Entonces, han perdido muchas, muchas oportunidades para desarrollar destrezas sociales, académicas, de conducta y emocionales”.
Yiria Muñiz, maestra, Academia María Reina, en San Juan
Aunque las escuelas públicas de la isla habían visto una disminución constante en las matrículas durante casi dos décadas, en el año escolar inmediatamente después del huracán María hubo un bajón abrupto de más de 42,000 niños. Los funcionarios escolares ya habían cerrado 167 escuelas el año anterior y decidieron seguir consolidando otras 260 escuelas locales. Los maestros fueron reasignados, los viajes diarios de los niños se hicieron más largos y los edificios escolares quedaron vacantes. Desde entonces, la matrícula ha seguido disminuyendo, cayendo por otros 16,878 desde el 2021.
Ana Díaz, maestra de tercer grado en la Escuela Delia Dávila de Cabán en Toa Baja, ha presenciado el desplome en la matrícula de primera mano. Hace cinco años, antes del huracán María, tenía 28 alumnos en su aula. Comenzó el presente año escolar con apenas 14.
Díaz dijo que muchos estudiantes se han ido a Estados Unidos continental, usualmente a la Florida a hospedarse con familiares. Pero no es un camino fácil — no solamente deben acostumbrarse a un nuevo lugar, nuevas amistades y un nuevo idioma, sino que el currículo no está alineado con el de Puerto Rico, y los niños suelen tener problemas académicos, dijo. A veces regresan a la isla, y se les dificulta reajustarse y ponerse al día con lo que se han perdido.
“Es bien frustrante porque yo veo el potencial que ellos tienen”, dijo Díaz. Esta transmigración también podría tener consecuencias para el empleo de Díaz. Si se van más estudiantes, es posible que sea trasladada a otra escuela.
Los educadores también se han visto afectados por medidas de austeridad. Una junta de supervisión establecida por el gobierno federal para reestructurar la deuda masiva de Puerto Rico anunció en enero del 2022 que los educadores ya no recibirán una pensión garantizada, que sus beneficios serían reducidos y que ya no serían elegibles para recibir beneficios de retiro antes de los 63 años. Fue un golpe para los maestros de la isla a los que ya se les pagaba poco: El sueldo promedio en el 2018 fue de $27.000; los maestros en Estados Unidos tuvieron un sueldo promedio de $61.730.
La insuficiencia del pago de los maestros se manifestó de forma severa a principios del 2022, cuando un maestro falleció en un accidente automovilístico luego de quedarse dormido mientras conducía a casa de su empleo nocturno como guardia de seguridad, uno de dos trabajos adicionales que necesitaba para hacer alcanzar el dinero. En respuesta a la tragedia y otros sucesos, los educadores llevaron a cabo huelgas masivas, incitando al gobierno a aprobar un aumento temporal de $1.000 mensuales para todos los educadores y bonificaciones para algunos maestros, pagados con fondos federales.
Pero no está claro qué sucederá una vez que se agote el dinero. Dijo que nunca va a poder jubilarse.
“Nunca me voy a rendir. Siempre voy a estar buscando estrategias. Las que no funcionan, las cambiamos.”
Jorge Luis Colón González, director de la escuela El Coquí en Salinas
Bonilla, del sindicato de maestros, dijo que la máxima prioridad del grupo es mayor apoyo para la salud mental de los maestros. El departamento de educación de Puerto Rico recientemente firmó un acuerdo con una universidad local para brindarles terapia virtual a los educadores, pero Bonilla dice que debe hacer mucho más, por la escala del problema.
El secretario de educación de Puerto Rico, Eliezer Ramos Parés, quien está comenzado su segundo año en el cargo, reconoce que les espera un camino difícil. Pero se siente optimista de que el dinero federal ayudará y que el gobierno estadounidense, las organizaciones sin fines de lucro y el departamento de educación local encontrarán la manera de trabajar en conjunto. Ramos Parés dijo que su departamento ya ha hecho algunos cambios — por ejemplo, están usando más récords electrónicos, en lugar de papeles; recopilando más datos y documentando sus actividades.
“La confianza es importante y para que haya confianza, tiene que haber transparencia”, dijo. “Puerto Rico no lo puede lograr solo; tenemos que ser un equipo”.
Afuera de El Coquí — la escuela lleva el nombre de la pequeña especie de rana con voz grande que es tan querida en la isla — miles de mariposas amarillas y blancas aletean como confeti. Pero a pesar de la belleza que los rodea, los residentes del área exudan una ansiedad palpable, temerosos del próximo desastre natural. Los residentes locales están en estado de alerta por señales de advertencia: Aquí en el sur de Puerto Rico, si de pronto aparecen ciertas aves marinas en el interior, la gente cree que viene otro desastre, dijo Colón.
La ansiedad podría ser un factor en el reciente aumento en los casos de asma entre los estudiantes de El Coquí, dijo la trabajadora social de la escuela. También ha aumentado el número de estudiantes en El Coquí con problemas de la piel. Los padecimientos podrían ser consecuencia del molo al que los niños estuvieron expuestos en sus hogares después de las inundaciones, o de la contaminación ambiental que ha sido una preocupación en esta área durante años, agregó.
Algunos de los fondos federales se utilizarán para remover moho, asbestos y plomo de los edificios y proveerles a los estudiantes pupitres que estén libres de moho u óxido. También hay planes para reemplazar sistemas de aire acondicionado anticuados.
El ingreso por cápita en esa región costera de Salinas es menos de $10.000 al año; apenas un poco más de un tercio de las personas de edad para trabajar forman parte de la fuerza laboral. Colón, quien se crio pobre en un pueblo cercano, dice que la educación fue su salida. Es un camino que anhela con fervor para sus estudiantes.
“Es la única herramienta que tienen para salir de la pobreza”, dijo. “Puede cambiar vidas”. Es por eso que, pese a los desafíos de los últimos años, Colón dijo estar más decidido que nunca a seguir trabajando en el ámbito de la educación.
“Nunca me voy a rendir”, dijo. “Siempre voy a estar buscando estrategias. Las que no funcionan, las cambiamos”.
Este artículo acerca del sistema escolar de Puerto Rico fue producido por The Hechinger Report, una organización de noticias independiente sin fines de lucro enfocada en la desigualdad y la innovación en la educación. Lea sus otros artículos en español.
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